El Gangnam Style le da una
lección a la industria de la música
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La canción de PSY se ha
convertido en una de las más escuchadas en el planeta. De hecho, ya ostenta el
récord de ser el vídeo más visto en la historia en YouTube. Este pegadizo éxito
musical también ha venido a darle una lección a la industria sobre cómo hacer
negocios bajo un nuevo paradigma
¿Cómo ha capitalizado PSY la popularidad de
su canción? Tengan por seguro que no por la venta de discos, como solían hacer
nuestros antepasados. No: el cantante ha amasado una fortuna de 7.9 millones de
billetes verdes gracias a plataformas como la iTunes Store o YouTube.
Comencemos con las ventas en
línea. “Gangnam Style” ha sido descargada 2.7 millones de veces en la iTunes
Store de Estados Unidos. Apple vende el sencillo a $1.29 dólares. Si
consideramos que la empresa de Tim Cook se queda con 30% de las ventas, a PSY
le corresponden unos 2.4
millones de dólares -ojo, esa cifra es sólo para el suelo
estadounidense, por lo que el ingreso global es seguramente mayor-. En
contraste, sus ingresos por ventas en Corea del Sur son mucho menos
significativos. En descargas legales, PSY obtiene cerca de 60 mil dólares; y en
venta de CDs, apenas llega a los 50 mil.
¿De dónde más proviene el
dinero? Una parte llega por YouTube. El vídeo del “Gangnam Style” tiene más de
880 millones de vistas en dicha red. El canal de PSY -que aloja sus otras
canciones y presentaciones en conciertos- ya consiguió 1.3 miles de millones de vistas.
El artista ha logrado capitalizar esto gracias a los anuncios que aparecen en
sus vídeos, obteniendo cerca de 870 mil dólares por este concepto.
Además, las parodias que se
hacen de su canción también le dejan dinero. Mientras que muchos artistas
prefieren coartar a los usuarios para que usen su música, PSY tiene otra
visión. ¿Cómo funciona? Google detecta cuando un vídeo infringe una licencia de
copyright. Aquí, hay dos caminos: que el intérprete (o casi siempre, su casa
discográfica) pidan que ese contenido se remueva, o permitir que siga en línea
y obtener una tajada de los ingresos por publicidad con YouTube.
Por último, el éxito mundial
de su canción ha logrado que PSY firme jugosos
contratos publicitarios con diferentes marcas. Se estima que,
por comerciales de televisión de diferentes empresas, el cantante obtendrá
cerca de 4.6 millones de dólares. En ese sentido, la exposición que ha tenido
gracias a la web le ha conseguido que prácticamente cualquier compañía en Corea
del Sur lo desee como embajador.
El caso de PSY,
independientemente de cuánto le dure la fama, le deja una lección a la
industria musical: hay vida después del soporte físico, de las reglas cruentas
del copyright, de la fórmula establecida. Quizá el ejemplo más significativo es
el de las licencias en vídeos de parodias -aunque molesta mucho la retórica
de “permitir” el uso, cuando debería ser libre de copyright-, a través del
cual, el cantante gana dinero sin necesidad de prohibirle al usuario, de cierto
modo, apropiarse de su música.
Ojalá la industria
discográfica aprenda un poco más de este ejemplo, entendiendo que la web es una herramienta de difusión
y que no existe pérdida en compartir archivos, ya que estos ayudan a
capitalizar en otro rubro (en el caso de PSY, con los anuncios; en el de otras
bandas, en presentaciones en vivo y conciertos). Quizá esta canción,
aparentemente irreverente, termine por ser más significativa de lo que parece.
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